Test de usuarios Canyon Nerve AL 9.9 SL: Primeras Impresiones

El timbre suena temprano, tanto que me pilla en pijama. Es el mensajero. Ahora cualquiera se concentra en el trabajo sabiendo que tienes en el salón una caja con la palabra “CANYON" en grande.

Francis Jiménez

Test de usuarios Canyon Nerve AL 9.9 SL: Primeras Impresiones
Test de usuarios Canyon Nerve AL 9.9 SL: Primeras Impresiones

Para los recién llegados a este mundillo, CANYON es una marca alemana de bicicletas cuya peculiaridad radica en la venta desde fábrica a través de Internet, sin tiendas ni intermediarios. Te envían a tu casa una caja como ésta, llamada “Bikeguard”, con la promesa de facilitar al máximo el proceso de montaje. ¡Y vaya si lo consiguen! Todo viene perfectamente protegido y los únicos tornillos que hay que poner son los de la potencia. Cuadro y ruedas vienen desmontadas y el manillar envuelto en espuma protectora. Es cuando me doy cuenta de la cantidad de cables que tiene. Aunque el guiado de cables de cambio es interno, hay un mando a cada lado para el control de cada suspensión. Esto es sin duda de lo que tengo más interés en probar.

La Canyon Nerve AL 29 9.9 SL es una bici destinada a un uso “all mountain”. No está pensada para recibir un trato duro ni para pedalear a tope, pero seguro que terminará haciendo ambas cosas. Tiene 110 mm en cada rueda y al ser de 29” se presupone un plus de absorción.  Las dos ruedas traen eje pasante, cierre rápido de 15 mm en el caso de la delantera y de 12 x 142 mm detrás, siendo necesaria una llave allen para desatornillar el eje trasero. Tal vez sería más cómodo con un cierre DT RWS, que sí tiene palanca. Para colocar la rueda trasera hay que acordarse de bloquear el cambio trasero SRAM X0 tirando de la pata hacia delante y pulsando un botón con un candado que la deja extendida. De otro modo la operación sería mucho más complicado debido a la tremenda fuerza que ejerce el conjunto para minimizar los saltos de cadena.

Resta colocar la tija, unos pedales (no trae, ninguna bici trae) y ya está. Ya está la bici montada. Todo viene con la medida justa de grasa, el sillín perfectamente horizontal, manetas en su posición, cambios regulados… Tan solo revisar presiones en ruedas y suspensiones (el paquete incluye bomba de suspensión y llave dinamométrica) e incluso en este caso la operación es bien sencilla porque no hay que regular compresión. Horquilla y amortiguador son de la marca Fox con sistema CTD para los preajustes de compresión, que se controlan con sendos mandos en el manillar, uno a cada lado. El color dorado de las barras lo da el recubrimiento Kashima (“cachimba”, que le decimos por aquí…), destinado a reducir la fricción y por lo tanto aumentar la sensibilidad de las suspensiones. Por experiencia sé que en parado no se pueden sacar conclusiones sobre esto.

El resto de componentes de la Nerve son los que caben esperar para una bicicleta tope gama en aluminio: ruedas Mavic Crossmax SLR de 29”, cambio trasero SRAM X0 de diez velocidades, bielas de carbono SRAM S2210 de dos platos (equivalentes a las X0) y componentes Ritchey WCS entre los que destaca un generoso manillar plano de 72 cm. Los frenos son unos Avid Elixir 7 trail con discos de 180 mm en ambas ruedas. Es más, el soporte postmount para la pinza trasera no admite discos de menor diámetro.

Fijándome en los detalles, el cuadro es de aluminio hidroformado, con las formas más redondeadas y esbeltas que ha empleado Canyon hasta ahora. El acabado negro anodizado en el que apenas se distinguen distintivos le da un toque elegantísimo. Hay una inserción en el tubo vertical para guiar internamente el cable en caso de colocar una tija telescópica y me resulta llamativo la forma en la que el cuadro abraza al punto de giro de la bieleta en lugar de ser la bieleta la que rodea al cuadro. Según el viejo truco de pesarte con la bici en la mano, da un peso de 12,3 kg con pedales (unos Shimano gama media M540).

Ahora el problema no es tener una caja en el salón, si no tener una bici “demasiado limpia” en el salón...

Una pequeña reseña del probador:

Francis Jiménez, de 32 años y “biker” desde hace nueve. Natural de Córdoba, donde monta habitualmente, pero desplazado a Cáceres por motivos laborales. Con preferencia por el enduro y las marchas largas distancia, tiene una calendario en que cuesta encontrar un fin de semana sin una salida o carrera.