“Burgos, donde se fabrica el frío”, me advierte un colega cicloturista buen conocedor de parajes norte-castellanos. Premisa muy para ser tenida en consideración por cualquier arriscado trotamundos a quien se le pase por la cabeza ir a hacer una prueba de BTT dando un suculento mordisco a la provincia burgalesa. Si además en días previos ha arreciado un temporal de nieve que no parece tener ganas de amainar aun, todo hace intuir emociones fuertes. Las inquietantes siluetas de las quitanieves recortando el gélido crepúsculo de la víspera del evento son un claro indicio de lo que se avecina, pero, por supuesto, ¡prohibido arrugarse y quedarse al calor de las sábanas y las mantas, caiga lo que caiga por la noche! Quien ama la bicicleta, ama la bicicleta, independientemente de que haya quien piense que estamos mal de la chaveta. Tanto mi amigo Viti (un leonés de pura cepa con el que acudo a esta fiesta y a quien cuanto más inclemencias se den, más motivado se le ve) como menda, creemos pertenecer a esa especie de amantes de las dos ruedas; debe de ser así, porque de otro modo no nos estaríamos viendo irremediablemente abocados a regocijarnos, junto al resto de participantes, con un auténtico lujo de buen número de kilómetros sobre campos cubiertos de impoluto blanco con la bendición de una perfecta señalización gracias a una organización impecable. No suelo utilizar esta expresión, pero es que aquí se me antoja muy adecuada al panorama: un verdadero espectáculo. Toda la primera parte del recorrido, bañado en nieve, va a resultar, sí, un verdadero espectáculo.
Por esto se llama el Desafío de Helios
Puro deleite para los sentidos proporcionado por una prueba rebosante de autenticidad que se hace llamar “Desafío de Helios”. ¿Que por qué recibe este nombre? También yo me lo preguntaba antes de llegar a conocerla, de modo que nada más recoger mi dorsal en la villa de Lerma, bella y bien plantada frente a la vega del río Arlanza, me pongo a buscar respuestas… “Helios eres tú —me confía Jorge, uno de los apasionados y entregados organizadores de esta aventura—. Está muy bien y suena muy romántico el mensaje con el término mitológico, pero Helios no deja de ser un reflejo de ti mismo: "decide cómo abordas la propuesta, cómo lo quieres hacer: más o menos rápido, acompañado o no acompañado, con o sin paradas, a competir o a no competir... —continúa diciendo—. Lo que nosotros hemos buscado en todo momento es hacer una prueba diferente, es decir, que no sea un cronómetro positivo donde la gente vaya a lo loco a ganar, sino que lo que queremos es que el participante se plantee lo siguiente: a mí me dan 9 horas y me dan 130 km para hacerlos como yo prefiera o pueda… Lo hemos llamado el Desafío de Helios [personificación del sol en la mitología griega] porque cada corredor hace un desafío con el sol…” (Cierto es, por otra parte, que en su primera edición la prueba tuvo un nombre de partida menos mitológico, un más coloquial sinónimo del concepto de “desafío”, muy del estilo de como se lanzan estos retos entre un grupo de amigos en un momento de esos de “venirse arriba”…, pero optaré por dejar ese anecdótico detalle en la mano de averiguaciones de lector curioso.) Bien, entendido el porqué del nombre, pues. Y añado yo, como curiosidad de tipo práctico y terrenal, que Helios van a ser también Sergio y Manu, dos voluntarios (residentes en dos pueblos que están en los extremos del recorrido marcado) que van a ir encargándose del cierre de la prueba. Van a pedalear representando el límite de horario solar, y ser rebasado por ellos significaría, por decirlo de alguna manera, estar fuera de carrera… Anuncio ya que van a andar siempre muy cerca de la rodera que dejará mi bicicleta, pero más que decir que irán pisándome los talones, diré que van a ser una divertida y original referencia.

Vayamos al meollo de lo vivido. Todo empieza con un autobús que al filo del amanecer nos lleva a unos cuantos participantes desde Lerma (donde está puesta la meta) hasta el lugar de la salida, que finalmente es Villasur de Herreros, dado que el tramo desde Belorado (lugar donde estaba prevista) se encuentra impracticable por la cantidad de nieve caída (una cosa es pedalear sobre nieve, como nos va a tocar, y otra cosa sería tener que caminar con nieve hasta las rodillas y con la bicicleta a cuestas…); no en vano, incluso el autobús se queda atascado en la nieve -para desesperación del conductor- al callejear por Villasur de Herreros. Da “cosica” bajar del autobús y pensar en subirse a la bici en ambiente de aspecto tan polar, pero la fuerza necesaria nos la va a dar un contundente y dicharachero desayuno compuesto de morro, chocolate con bizcochos y mucha alegría, la de las mujeres que se encargan de servirlo. El chocolate calienta el cuerpo y el buen humor de las lugareñas el espíritu. Incluso una de ellas se arranca a entonar una canción cuya letra dice tal que así: “¡qué bonito Villasur con nieve, qué chicas tan bonitas tiene...!” En este desayuno queda ya dibujado el sino de mi día: me voy a ir entreteniendo en todos los cálidos avituallamientos de los pueblos. Para empezar, aquí poco más y dan la salida sin mí.
“El ‘desafío de hielos’ me bromea un compañero periodista al que le mando una foto de ese momento de la salida que nos encamina en primera instancia hacia una blanca, blanca Vía Verde de la Demanda (vestigio de ubicación de raíles de hace más de un siglo para transporte de hierro burgalés), tocando parte del valle del Arlanzón. ¡Qué gozada poder recorrer estos entornos sobre nieve!, pienso mientras doy las primeras pedaladas y me detengo a hacer algunas fotos. El recorte de kilómetros en el recorrido va a suponer una circunstancia preciosa para mí, porque me va a permitir jugar más desahogadamente con el tiempo e ir obteniendo rico material para el reportaje que me he propuesto hacer: teniendo controlado al sol, es decir a Sergio y a Manu, puedo ir calibrando cuánta pausa puedo permitirme para charlar de vez en cuando con algún que otro habitante de estas comarcas o fotografiar algún paisaje o escena pintoresca. Eso hago en la localidad de Urrez, donde me cruzo con un hombre en bicicleta que arrastra un trineo con un par de niños pasándoselo pipa encima.

Después van llegando otras: Matalindo, Cabañas de Juarros… Vamos pasando por distintas aldeítas con estampas de cuento navideño (que dicho así suena muy idílico, pero la escasa población de estos lares, así como de otros muchos de Castilla y León, es una realidad quizá no precisamente idílica…). En la localidad de Palazuelos de la Sierra, además de un nuevo grupo de simpáticas voluntarias sirviendo chocolate y otras buenas vituallas, una pancarta indica que llegamos a un punto de relevo para aquellos concursantes que participan en modalidades por relevos. Esto me recuerda que es de recibo indicar que aparte de la prueba BTT en la que participa quien escribe, hay otras tres posibilidades: Cross Ultra Fondo, Duatlón por parejas y Relevos de equipos de cuatro componentes (todos los matices del asunto están muy bien explicados en la web del evento, www.desafiodehelios.com). Así, mientras algunos vamos a seguir dándole a los pedales, otros se apean del sillín aquí para empezar a correr o para dar el relevo a un compañero que entra a correr, en función de la modalidad en cuestión en la que estén inscritos.

Corriendo o pedaleando, cada cual como le toca, allá que nos vamos a surcar terreno ahora por una de las aristas de la Sierra de Mencilla, con la visión de aerogeneradores trabajando a pleno rendimiento y "refrescando" más si cabe el ambiente del momento. Estamos discurriendo por el sur de la Sierra de la Demanda, aunque por su parte más baja; con buen criterio, ya que la parte alta sería intransitable en esta época del año, o, en todo caso, apta para la práctica del mushing. A continuación, descenso hacia Mazueco de Lara. El apellido de este pueblo denota que entramos en un área con reminiscencias medievales a un condado de la marca oriental del Reino de León del siglo X que estaba en el embrión del futuro Reino de Castilla. De ello me va hablando Rubén, un buen compañero de fatigas burgalés a quien me ha unido la ruta y que muy amablemente me va aportando datos acerca sus conocimientos de esta tierra (aunque los matices se los dejaremos a los historiadores, que nosotros somos solo pedaleadores…)
Con el hijo de un histórico del fútbol
Rubén resulta ser, por otro lado, hijo de Rufino Requejo, el delantero que metió el primer gol de la historia del Burgos C.F. en Primera División (nada menos que contra el Real Madrid), curiosidad que no me cuenta él gratuitamente, sino que sale a la palestra por motivos que tienen que ver con una conversación que surge relacionada con el avistamiento de campos de fútbol en desuso y equipos extinguidos por causa de la ya mencionada despoblación…; aunque también sucede, no obstante, que a primera hora de la tarde nos sorprende la visión de un partido en uno de los campos, en el cual nos llama la atención un portero ataviado con gorro de lana bajo los palos, inequívoco síntoma de que, si bien asoma algún rayito de sol, en estas tierras sigue fabricándose frío. Pero dejemos los goles y botas futboleras y sigamos con nuestras bielas y zapatillas bicicleteras. Hay ahora que apretar bien con ellas, porque viene una exigente subida; bien que al menos sea por una preciosa senda que antecede a un nuevo tramo de vía verde, la del ferrocarril Santander-Mediterráneo en este caso, conexión ferroviaria cantábrico-levantina que nunca llegó a culminarse, pero que, por ejemplo, ha dejado de herencia aquí la reconversión de medio centenar de kilómetros en un óptimo carril para el paseo, el trote o el pedaleo.
Y así vamos alcanzando Torrelara, localidad de la que me dice un nativo suyo que es famosa por un asunto de fósiles de dinosaurios: algo así como que aquí se han descubierto restos de una época de la que no hay muchos encontrados en el mundo… (indago un poco a posteriori y extraigo que la época en cuestión es la del paso del Jurásico al Cretácico). En fin, estas áreas de la península guardan grandes relatos de remotos y variados habitantes (Atapuerca, de hecho, está cerca de donde hemos empezado la marcha). Luego subimos a una ermita y bajamos a Cubillejo de Lara, previo paso a llegar a Quintanilla de las viñas, enclave muy reconocible por la iglesia visigótica que lo preside. (Como se habrá notado, trato de no dejarme en el tintero a ninguno de los pueblos por los que pasamos, porque son sus vecinos los que ponen buena parte del alma de esta prueba; hay, de hecho, en cada población alguien que propone por donde hacer pasar el recorrido, en coordinación con los promotores del evento y buscando un equilibrio entre mostrar lo más bonito de sus alrededores y que la longitud del itinerario no se vaya de las manos…)

Subimos hacia la citada iglesia y entramos en una zona de hierba muy sugerente y agradable. De repente hemos pasado de rodar sobre empapo suelo blanco a hacerlo sobre húmeda alfombra verde (muy puros ambos tonos); también, de algún modo, nos da la sensación de haber transitado de la épica a la mística (ciclísticas al menos). Con el castillo de Lara a un lado y la sierra de Las mamblas a otro vemos aparecer ante nuestros ojos tres cruces (algo de cierta representación de las tres voces de Cristo me dice de ellas Rubén, que yendo más o menos a mi ritmo se ha convertido en mi constante compañero) en una cruda intemperie casi onírica que invita a imaginar huestes de caballeros cristianos cabalgando por estas lomas hacia las cruzadas. Lo cierto es que los únicos que van a horcajadas por aquí hoy somos los de las bicis de montaña; y han pasado ya todos, porque Rubén y yo somos los últimos, si descontamos a Sergio y Manu.

Continuamos colina abajo y llegamos a Lara de los infantes, cuya contorna trae más efluvios a orígenes de historia castellana de un milenio atrás y de los que Rubén sabe mucho más que yo, pero me falta cuaderno en los bolsillos de la chaqueta para tomar nota de todo lo que me comenta… Hacemos luego algún breve tramo de carretera para conectar con senderos entre estupendas muestras de bosque sabinar en las cercanías de Campolara. Después, una rampa fuerte de zahorra es el principal escollo que superar para alcanzar Hortigüela, localidad donde se produce el último de los relevos para aquellos que participan en esta modalidad. Hay en ella un bonito ambiente con nutrida presencia de gente arropando el evento. Desde Torrelara hasta aquí los miembros de los equipos por relevos han venido corriendo y desde aquí hasta Lerma lo harán en bicicleta. Yo aquí me reencuentro con mi amigo Viti, a quien no he vuelto a ver desde la salida; iremos juntos ya, dándonos apoyo mutuo, hasta la ansiada meta. Acto seguido de Hortigüela, una subida por un camino de tierra va a acabar dando paso a una pronunciada bajada que despunta en una encantadora senda junto al río Arlanza, que nos sorprende con la estampa de unas caprichosas cavidades en el rocoso terreno de su vera. La naturaleza y sus artes…

Acerca de Retuerta, población con la que nos encontramos a continuación, alguien de la organización me cuenta como aspecto singular que en ella aún sigue haciéndose carbón vegetal tradicional… De lo que sí podemos dar fe los participantes de este singular desafío es del buen chorizo al vino y de las buenas tortillas hechas por vecinas de la localidad que se nos ofrecen. Aunque Rubén, Viti y yo vamos en la cola de la prueba, aún llegamos a catar algo, así que agradecidos estamos de que hayan calculado bien y generosamente las cantidades. La energía que nos da el aperitivo se agradece porque llega después un camino con un ascenso de tres kilómetros que acaba conduciéndonos a vislumbrar, tras un robledal, el cañón del Ura (cañón de Mataviejas, me dice también Rubén). Excepcional paraje. La naturaleza y sus artes no cesan… Luego vendrá Castroceniza, un paso por un puentecito y rumbo ya hacia Cebrecos, donde hay unas morcillas caseras prometidas. Así es, Cebrecos es para nosotros el pueblo de las morcillas prometidas, porque al recoger el dorsal el día antes un pajarito nos lo ha desvelado. Y la promesa cumple con creces sus expectativas, porque están buenísimas. Amén de que las mojamos (no sé si debería decirlo -por aquello de que quizá no es la dieta más recomendada por los especialistas deportivos para la actividad en cuestión que realizamos-, pero lo digo) con un vasito de buen vino de la zona. Y bueno, igual no es la dieta ideal para alguien que salte a la pista a intentar ganar, pero para nosotros que hemos venido a disfrutar, desde luego que sí lo es (hoy no hemos necesitado, la verdad, ni barritas energéticas ni geles que se precien). En definitiva, que me encuentro yo tan a gusto entre las gentes de Cebrecos hasta que llegan Manu y Sergio. “A este echarlo de aquí, que, si no, no se marcha”, expresan jocosamente ellos. Viti y Rubén ya se han ido por delante, así que apuro el vaso y digo una frase que aprendí de un buen amigo toscano: “no te pongas en camino si tu boca no sabe a vino” (que me perdonen los dietistas, insisto, pero es de justicia, creo, no hacer feos a ofrecimientos de anfitriones buenos).

Ya vamos hacia el final, venga. Pasamos por Nebreda, donde vemos a militares asistiendo en la coordinación. Después, más sube y baja y paso por Solarana. Llaneando por el risco que es la divisoria del valle encontramos mucho roble y unos senderos geniales. Así vamos llegando a Rabé de los escuderos, hacemos unas zetas hacia un alto y comenzamos descenso -con el sol empezando a descender también, pero antes de que lo haga del todo- hacia la línea final de Lerma. Ahí, para que no nos falte de nada (¡ni que en algún momento nos hubiera faltado…!), nos esperan con huevos fritos y lentejas, que nos recompensan tanto o más que la medalla de “finisher” que nos cuelgan. ¡Qué jornada intensa! ¡Enhorabuena sincera a la organización!, y ya con esto me voy despidiendo...

Como dato estadístico, añadiré que, de 37 equipos participantes por relevos, no consiguió acabar la prueba solamente uno, mientras que entre los participantes en pruebas individuales fueron algunos más los que hubieron de retirarse... Hasta aquí un pequeño pellizco de entre las muchas y variadas andanzas que seguramente proporciona el Desafío de Helios. Sin duda, hay que vivirlo para gozarlo y comprenderlo. En esta provincia en la que cantares de gesta sitúan el nacimiento del Cid, las gentes de estos pueblos hacen posible una efeméride deportiva cuyo carácter posee tintes de contemporánea gesta. Es tiempo ahora para disfrutar de las estaciones que nos traen otros tonos y calores, pero dejemos memorizado que hay rincones en España en los que saben abrazar los dones y colores de tiempos invernales.
Si te ha tentado nuestro recorrido y te estás planteando desafiar al sol, en su web desafiohelios.com tienes la información que necesitas.