Muchos de vosotros nos hacéis llegar vuestra inquietud al comprobar como los vatios que soléis mover en vuestra bici de montaña o de carretera suelen ser superiores a los que luego observáis cuando pedaleáis en rodillo. A menudo es difícil comprender cómo el mismo ciclista, con idéntico nivel de forma rinde menos en un contexto que en el otro.
Efectivamente, así ocurre en la mayoría de los casos. Por nuestra experiencia hemos visto que un porcentaje muy elevado de deportistas rinden menos, en esfuerzos máximos, en rodillo que en condiciones outdoor, entre un 5 y un 7% menos de potencia y en cualquier caso, la percepción del esfuerzo es mayor para una misma potencia en esfuerzos sub máximos. Estas diferencias deben tenerse en cuenta, especialmente a quienes alternan los dos tipos o escenarios de entrenamiento a la hora de calcular sus zonas de potencia, pues puede ocurrir que en un entorno le sea muy fácil alcanzar sus objetivos de potencia y en otro le resulta realmente complicado, siendo en ambos casos, la misma cifra de vatios.
Pero para resolver las dudas de muchos de vosotros, pasemos a explicar por qué se producen estas diferencias.
1. Posición más estática
En el rodillo no existe movimiento de la bicicleta, que está fijada, motivo por el cual nos movemos menos a la hora de pedalear. Nuestro gesto se ciñe exclusivamente al pedaleo extremadamente repetitivo, sin apenas cambio de posición. Esto acelera la aparición de fatiga muscular y, biomecánicamente, reduce los ángulos desde los cuales aplicar fuerza complementaria, tales como el balanceo del cuerpo o movimientos de brazos para inclinar lateralmente la bicicleta, por ejemplo.
2. Peor termorregulación
Generalmente en rodillo se pasa más calor y la temperatura corporal tiende a aumentar más que cuando pedaleamos en el exterior. Esto supone un handycap para nuestro rendimiento, pues la temperatura elevada reduce la capacidad contráctil de nuestros músculos, del mismo modo que lo hace también la deshidratación que, entrenando en rodillo y en un espacio cerrado, puede producirse.
3. Menos motivación
Por último, aunque no menos importante, considerar el aspecto de predisposición al esfuerzo, relacionado con las capacidades volitivas. En un entorno indoor, sin referencias de espacio ni metas o estímulos visuales tan diversos como en la montaña o la carretera, nuestra predisposición al esfuerzo intenso disminuye, reduciéndose automáticamente nuestra potencia generada. Puede parecer una tontería, pero la motivación afecta y mucho a la capacidad de rendimiento a intensidades elevadas y el entrenamiento en rodillo puede ser, para muchos, un ejemplo de ello.