Todas las noticias

Gracias a Todos

Eduardo Yáñez, lector de BIKE, nos cuenta su historia, inspiradora y emotiva para cualquiera que ame el mountain bike y la vida misma

Eduardo Yáñez Ferrer

8 minutos

Gracias a Todos

Aún recuerdo la primera bici que tuve, era una BH plegable de color azul que tenía que compartir con mi hermana. Recuerdo meterla en el maletero del coche, plegada e ir al Parque del Retiro, y a mi padre corriendo detrás de mí sujetando la bici y destrozando su espalda. Gracias Papa por todas aquellas carreras y por enseñarme a montar en bicicleta.

Mi segunda bici fue una Bicicross BH de color gris. Todos los veranos era mi medio de locomoción. Con mis amigos usábamos las bicis para desplazarnos a todos los sitios, íbamos en bici para jugar un partido de futbol, o para bañarnos en el río, a las vías del tren o para hacer todo lo que quisiéramos, éramos libres con nuestras bicis.

Y fui creciendo, llego el instituto y la Universidad, y deje a un lado el deporte y la bicicleta.

Cuando terminé de estudiar y empecé a trabajar: con mi segundo sueldo, el primero lo gasté en comprar un regalo a mi madre, Gracias Mama por darme la vida; me compré mi primera Mountain Bike, una Conor de color verde. Hasta entonces algunos amigos me habían dejado la bici para ir haciendo algunas salidas, pero yo quería tener una mía, así que invertí casi todo mi sueldo en una. Con esa Conor he subido y bajado muchas cuestas y he hecho muchas rutas, con ella me empecé a iniciar en el mountain bike, y juntos nos hemos caído varias veces. Posteriormente le instale una silla porta bebe y he llevado en ella a mis dos hijas. Aún la guardo y está en el trastero, junto con mi bici actual, y esta Conor nos sirve de bici para las salidas familiares.

Me casé y seguía montando algo en bici, muy poco, pero nunca lo he dejado.

Ya después vino una Trek con horquilla y frenos de disco, y conocí a un Grupo de amigos, un pequeño club, con los que salía todos los domingos, y ya me lo empecé a tomar mucho más en serio. Los piques, las subidas, bajadas, caídas. Aprendí muchas rutas y muchas cosas, pero sobre todo a disfrutar de la bici y de la naturaleza.

Y entonces llegó mi primera hija, era el año 2007, un parón obligado de unos 6 meses, y vuelta a montar. Más de lo mismo, salidas y más salidas rutas y más rutas. Y llegó mi segunda hija, era el año 2010, otro parón obligado, y vuelta a coger la bici a los 5 o 6 meses, totalmente fuera de forma y quedándome atrás en todas las subidas. Pero mis compañeros siempre me esperaban.

Recuerdo una salida un domingo de Enero de 2011, puesto que me marcaría bastante este año, fue una salida especial y rara a la vez. Iba hablando con mis amigos de que el jueves siguiente me iban a operar de un bulto en el cuello, que no era nada malo pero que el otorrino quería sacarlo y prefería operarlo lo antes posible. Así que me olía otro parón, de un mes o dos como poco. Pero no fue así exactamente. Me operaron ese jueves 20 de enero y me hicieron una extracción de toda la glándula salivar inferior izquierda. El bulto que se presumía bueno, resulto ser malo, malo, malísimo, me diagnosticaron un Linfoma (un cáncer del sistema linfático), y como tal me tenían que tratar con quimioterapia. Una nube de tormenta se posó sobre mi cabeza, estaba en una nebulosa, preguntándome, ¿Por qué?, ¿cómo?, ¿dónde?, uno o dos días nublado y salió el sol. Como me había caído muchas veces, aprendí a levantarme, a sacudirme el polvo, a limpiarme y a seguir montando; con la cabeza bien alta y con mucha más fuerza apretando los dientes. Y eso hice, me levanté y mire el sol, ya no había nubes y el cielo era azul. Miles de preguntas sobre mi cabeza que intentaba seleccionar en función de su importancia, para poder hablar con mis médicos. Nunca busqué nada de nada en Internet, y eso fue un acierto. ¿Podré ir a trabajar?, ¿podré seguir con mi vida actual?…ante mi pregunta de si podría montar en bici, el médico me dijo que sí, que un paseíto por el carril bici con mis hijas si podre darme de vez en cuando, ¿Paseíto? ¿Carril bici? Pero eso no es montar en bici, yo quería unas rutas por el monte, y la respuesta fue que no podría. Así que lo asimile, bici colgada por una temporada, eso era un mal menor, ahora tenía que centrarme en curarme. Empecé el tratamiento, como soy muy cuadriculado, conté que eran varios ciclos cada 3 semanas, y calculé cuando terminaría. Y así lo plantee, eran 4 meses y medio. El médico me decía que la medicina no es una ciencia tan exacta, pero que yo estaba muy fuerte y que lo pasaría sin problemas. Me afeité la perilla que por ese entonces tapaba parte de mi cara y recorté mi pelo todo lo posible, para que cuando se cayera, el shock fuera lo más pequeño posible. Aún me acuerdo de esa mañana en la ducha cuando lavando mi cabeza, entre la espuma del champú encontré cientos, más bien miles de pelos. ¡Uf que palo! Y ese mismo día me rapé la cabeza, mi mujer me la afeito con maquinilla y espuma, como una bola de billar. Como papá está muy loco, se ha afeitado la cabeza como Caillou, les dijimos a las niñas, consideramos que en ese momento eran demasiado pequeñas para entender qué estaba pasando.

Intente seguir con mi vida en la medida de lo posible, y cuando las bajadas de mis defensas me lo permitían. Seguía trabajando, podía estar con mi mujer y mis hijas, disfrutar de la familia y podía hacer casi todo lo que quería, con algunas restricciones. Lo que no podía hacer era deporte, no tenía fuerzas, y además me sentía débil.

Y por fin llegó el día, eran finales de Julio, cuando el médico me dijo que estaba curado, bueno la expresión exacta es “estás en remisión completa” y me dio el alta. Nos fuimos tres semanas a la playa, yo no podía tomar el sol, así que factor 50, camiseta y gorra. El pelo fue saliendo, y mi tez pálida fue fui cogiendo algo de color y ya dejaba de parecer un mármol blanco de Carrara.

La primera salida en bici, fue muy importante, llevaba seis meses sin montar, era mediado del mes de Julio, justo al volver de la playa, y fui con un colega del club. Hicimos una ruta llanita con  poco desnivel y aun así no llegaba, no tenía fuerzas. No era capaz de coger aire y llenar mis pulmones completamente, y los brazos y las piernas no respondían nada bien, pero nos marcamos 28km. Por falta de fuerzas me caí dos veces, una en un bordillo y otra en una cuesta. Al terminar me sentía como un rey. El médico me regañó, puesto que había sido un esfuerzo muy grande, pero luego le expliqué que yo antes hacía 40 o 50 y con mucho más desnivel, que elegí esa ruta muy sencilla. Y no le pareció tan mal, pero no puso muy buena cara.

Han pasado justo cuatro años desde aquella salida, sigo con mis revisiones y todo está bien. Sigo montando en bici, a la Trek le hice varias mejoras, horquilla, pedalier… varias cosillas. He ensañado a montar a mis dos hijas, y espero que les guste tanto como a mí, he corrido detrás de ellas, como lo hizo mi padre conmigo hace años. Hemos salido juntos toda la familia, a dar varios paseos, con la vieja Conor verde, que uso yo, y dejo a mi mujer mi Trek. Nos hemos ido de vacaciones con mi ropa de bici y mis zapatos, puesto que un amigo me deja una bici donde veraneamos, y allí también monto algo, muy buenas rutas por el norte.

Y este año en mi 44 cumpleaños mi mujer me ha regalado una Canyon Nerve de 29. ¡Una doble 29”! unos días antes probé la de un amigo del club, y me decidí por ella, y la compramos. Me llegó justo el día que nos íbamos de vacaciones y quedó en la caja medio mes de agosto, qué rabia, y justo a la vuelta la monté y la preparé.

Como no hemos tenido casi tiempo en toda la semana no pude hacer una ruta hasta el viernes pasado. El primer estreno fue con mi hija pequeña dando un paseo por el río, y me sirvió para ajustar mi posición de sillín, manillar, mandos, presiones de suspensiones…y preparar todo bien.

Y llegó el día señalado, iba a probar mi Canyon de 29, y quería probarla dando caña, así que como había estado tres semanas sin montar no quería ir con nadie, quería probarme y probarla. Y así fue, me planee la ruta y salí por la tarde. Subidas, bajadas, de todo, había pensado que tenía que probar la bici como se merecía. Ya estaba volviendo, cuando me quedaba lo mejor, una bajada que había pensado desde que empecé la ruta, bajando una trialera, las sensaciones eran espectaculares; la doble tragaba todo y las ruedas de 29” eran una pasada. De repente vi una piedra, pensé esquivarla y me dije no voy a hacer un desequilibrio brusco, mejor a ver cómo se comporta, en décimas de segundo tome la decisión, y pase por encima. ¡Zas! error, llantazo en las dos ruedas, no puede ser!!!! Dos ruedas pinchadas y solo una cámara, así que toca caminar hasta casita. Eran unos 15km le calculaba, mire el reloj y marcaba las 20.00h. Empecé a bajar con la bici al lado, la miraba y pensaba que lastima de bajada lo que me estoy perdiendo, y ella pensaba, que torpe eres por pillar esa piedra, haberla esquivado y ahora iríamos por aquí, divirtiéndonos los dos, vaya dueño me ha comprado, qué desastre, no tiene ni idea. Y allí me encontré con otro biker que iba subiendo.

¿Qué te pasa compañero? Me dijo, ¿te puedo ayudar? He reventado las dos ruedas, le dije, y solo llevo una cámara. Yo llevo otra me contestó. Y entre los dos nos pusimos manos a la obra para cambiarlas, con tan mala suerte que la que yo llevaba estaba pinchada; la debí de pinchar cuando la cambiaba para ponerle las antipinchazos, pues esa cámara estaba sin usar. Y entonces llegaron otros dos biker más, pero con bicis de 26”, nos ayudaron con los parches y tampoco funcionaba, y luego con un líquido que rellena la cámara y tampoco. Hicimos todo lo que pudimos pero no funcionó nada. Nos despedimos, y ellos se volvieron en bici, no sé sus nombres, pero sí sé que el primero de todos se quedó sin ruta por ayudarme, y los otros dos, que ya iban de vuelta a casa, sacaron todo lo que tenían para arreglar mi bici. Estaba claro que yo tendría que volver andando a casa. Avisé a mi mujer que llegaría muy tarde y que no podía venir a por mí, porque estaba en medio del monte, y era inaccesible para el coche.

Y así fue, empecé a caminar y empezó a caer la noche, la oscuridad llegó pronto, en el medio del monte, podía distinguir todos los sonidos, el mullido de mis huellas en la tierra, el chirriante de mis calas cada vez que pisaban una piedra, y el plano de la rueda de atrás de la bici arrastrada y deshinchada. Entonces descubrí la verdadera noche, no había casi luz, todo eran sonidos y ruidos, cada sonido se multiplicaba en la oscuridad y lo intensificaba todavía más. Los grillos y las chicharras sonaban a mis espaldas a cada paso que daba, y a lo lejos, las luces me iban diciendo que quedaba algo menos. Memorizaba la ruta en mi cabeza y me decía: ahora esta rampa, ahora esta bajada. Rezaba lo que podía, puesto que pensaba que si aparecía algún desalmado, podría robarme mi bici recién estrenada. Y la miraba, entre la luz de la noche, bajo el cielo estrellado, y decía, mira que pinchar las dos ruedas… y ella me miraba y me decía, mira que pillar la piedra, torpe. En esos momentos hice memoria y decidí que tenía que escribir esta historia, se la tenía que contar a la gente de BIKE, para que la pudiera leer algunos y por si en algún momento a alguien le puede ayudar y dar fuerzas para salir de su enfermedad. Allí estaba yo 4 años más tarde, curado, y andando por el monte en plena noche, disfrutando de mi bici nueva, quién me lo iba a decir hacía 4 años y medio cuando me la detectaron.

Y por fin llegue a la zona de asfalto y me encontré con una furgoneta que me llevó hasta casa, y terminó mi periplo a las 22,25h. Tras 30km en bici, unos 10 andando y unos 5 en furgoneta, pero me hice un Triatlon. ¡Vaya estreno!

Por supuesto el sábado compre unas cámaras anti pinchazos nuevas y el domingo por la mañana la arreglé, unos compromisos familiares me impidieron hacerlo antes. Y preparé en la mochila otra cámara más, además de la que llevo en la bolsita.

Y ya estoy listo para la siguiente salida, y mi bici nueva también.

Quiero dar las gracias primero de todo a mi mujer y mis hijas por ayudarme en los malos momentos de mi enfermedad, por estar siempre a mi lado, y por entenderme hasta tal punto de regalarme una bici nueva.

A mis médicos que me han curado, y con lo que nos une una grandísima amistad.

A mis amigos del club, que siempre han estado y estarán ahí, y aunque no los vea mucho últimamente, volveré a salir con ellos.

Y a esos tres compañeros que el viernes 4 de septiembre se pararon a ayudarme e hicieron todo lo posible para que yo volviera en bici a mi casa y aunque no lo conseguimos compartimos un rato arreglando mi bici.

GRACIAS A TODOS

            EY