El objetivo que se persigue haciendo este tipo de entrenamientos es mejorar la resistencia aeróbica, es decir, tener más fondo o retrasar la fatiga.
¿Cómo se consigue retrasar la fatiga?
Esto se consigue estimulando a los músculos a ser más eficientes a la hora de utilizar las grasas como combustible a la hora de pedalear. Esto se entiende si explicamos de forma sencilla de dónde sacamos la energía para contraer los músculos que hacen que podamos empujar los pedales con mayor o menor fuerza durante una salida por el monte. Básicamente, el músculo utiliza dos tipos de gasolinas para obtener energía: las grasas y la glucosa. La intensidad a la que pedaleemos hace de catalizador para darle prioridad a uno de estos dos compuestos. Si vamos en plan paseo, la energía proviene principalmente de las grasas. Y si estamos subiendo una trialera con un 10% de desnivel a buen seguro que la glucosa será el principal combustible.
La diferencia básica entre ellas es el tamaño de los depósitos, que es prácticamente ilimitado en el caso de las grasas y mucho más pequeño en el caso de la glucosa. Cuando se acaba la glucosa que el músculo tiene disponible es cuando notamos ese bajón de rendimiento que aparece cuando llevamos 3 o 4 horas pedaleando a un buen ritmo. Si conseguimos que las grasas aporten un mayor porcentaje de la energía necesaria para pedalear significará un ahorro de glucosa para el músculo, y por lo tanto, que el cansancio tarde más en aparecer.
Aunque hay bastantes estudios que avalan esta técnica de entrenamiento, es necesario hacer una serie de reflexiones al respecto:
-Solo está indicado para ciclistas de alto nivel que necesiten un estímulo extra
en su preparación.
-No debe prolongarse más allá de los 90 minutos, ya que el riesgo de hipoglucemia aumenta.
-Los entrenamientos deben realizarse a una intensidad moderada.
-No es posible hacer entrenamientos de calidad siguiendo esta técnica
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