¿Sabías que sosteniendo un lápiz entre los dientes mientras ves cosas graciosas hace que te parezcan más graciosas aún? Esta es la idea muy resumida de la teoría del Feedback Facial, una ideal estudiada en el mundo de la psicología desde los años 60 y de la que han surgido numerosas deducciones, la más directa es que la activación de determinados músculos faciales (en este caso, el cigomático) puede inducir que experimentemos una determinada emoción. El feedback, o retroalimentación en castellano, es lo que podríamos describir como la información que nos viene devuelta ante la que nosotros emitimos.
De esta manera los estímulos que nosotros lanzamos influyen directa e indirectamente en los que recibimos. Un ejemplo muy claro podría ser el del sonido y vibración del motor del coche cuando apretamos el acelerador hasta el fondo (excepto si tu coche es eléctrico), que influye sobre nuestra percepción de la velocidad y aceleración.
¡Concéntrate!
Y si lo que nosotros emitimos es un gran esfuerzo muscular –de nuestro pedaleo- y las sensaciones derivadas de una actividad cardiovascular muy intensa, ¿Qué nos llega de vuelta?
Si nos concentramos hasta el punto de abstraernos, podemos llegar a sentir que lo que ocurre en la pantalla está pasando en la realidad
Si mientras pedaleamos en el rodillo estamos utilizando una de las aplicaciones de entrenamiento tan de moda hoy día, o estamos viendo un vídeo en el que otro ciclista realiza un gran esfuerzo (una práctica muy habitual en quienes hacemos rodillo), estamos interponiendo un intermediario en todo el proceso atencional y perceptivo. Podríamos decir que, siempre y cuando nos resulte lo suficientemente atractivo, jugaría un papel fundamental para mantener la atención de una forma mantenida, con lo que podría funcionar como un potenciador de nuestras sensaciones.
Antonio Oña Sicilia, en su libro “Control y aprendizaje motor” establece que la atención, citamos literalmente, “mantiene una función general de control y concentración sobre todo el procesamiento de la información motora, facilitando e incrementando el rendimiento de los distintos procesos comportamentales implicados: sensación, percepción, memoria, programación o activación”. De todo ello podríamos deducir que el éxito de estas aplicaciones no sólo se debe a su capacidad para entretenernos sin más, como cualquier otro videojuego o vídeo en la televisión, sino que absorben nuestra atención y nos ayudan a mantener la concentración sobre los estímulos no solo visuales y auditivos que se centralizan en la pantalla, sino también a identificar las señales de nuestro cuerpo como el nivel de fuerza que estamos imprimiendo a los pedales, la aceleración y desaceleración de la frecuencia cardíaca, o el estado de agotamiento, y lo unifica todo dentro de una misma experiencia. En otras palabras, que si nos concentramos hasta el punto de abstraernos, podemos llegar a sentir que lo que ocurre en la pantalla está pasando en la realidad.
Wilson, J. en su artículo sobre la Teoría de la asociación y disociación (2004) lo describe como “a medida que el nivel de activación aumenta, la visión, y la capacidad atencional pueden estrecharse y, si la activación aumenta a niveles extremos, el sujeto podría solamente enfocarse hacia un número muy limitado de estímulos”.
En resumidas cuentas, ver una bici en la pantalla del ordenador o TV nos ayuda a centrarnos en los estímulos relativos al entrenamiento, evitando distracciones y nos devuelve una información bastante relevante con el esfuerzo que estamos realizando.
